HOW MANY SAINTS ARE THERE?

¿CUÁNTOS SANTOS HAY?

Se trata de una pregunta válida y frecuente tanto entre creyentes como no creyentes, no obstante, dar una respuesta resulta mucho más complejo.

Para algunos el número se encuentra alrededor de los 9000, mientras que para otros llegaría incluso a 20000. Lo que sí sabemos es que, desde 1588 hasta hoy, el número de Santos es 1726.

Sorprende el escaso número de Canonizaciones realizadas entre 1592 y 1978, con un total de 302 solamente.

El cambio decisivo para el número de proclamaciones de Santidad se produce con los Predecesores de Pedro más recientes.

Imposible no mencionar en este caso al Papa, que a su vez se convirtió en Santo, Karol Wojtyla.

Juan Pablo II, cuya Iglesia es recordada como una Iglesia Martirial, canonizó a 388 Santos, entre ellos, hombres y mujeres que murieron a causa de su Fe.

El Santo Pontífice declaró en una Carta del 10 de noviembre de 1994, Tertio Millennio Adveniente, que la «Iglesia nació de la sangre de los Mártires», es decir, «Sanguis Martyrum Semen Christianorum».

San Juan Pablo II se detuvo aún más en este concepto, analizando la situación de la Europa contemporánea: «En nuestro siglo han vuelto los Mártires, con frecuencia desconocidos, casi Soldados Desconocidos de la Gran Causa de Dios».

Esta es sin duda una de las razones más importantes que hizo que el Santo Padre realizara la Canonización y Beatificación de numerosos Santos.

No ha sido menos el Querido Francisco.

Con 898 Santos, nuestro amado Pontífice ha batido todas las marcas. Siguiendo el ejemplo del Papa Wojtyla, Bergoglio proclamó Santos en una sola vez a 800 Mártires Cristianos asesinados en la ciudad italiana de Otranto, en Apulia, asediada por los turcos en 1480.

La Iglesia de Bergoglio puede definirse «Samaritana», es decir, fundada en la Humildad. Francisco abre una tercera vía para alcanzar la Santificación: junto al «Martirio» y a la «Práctica Heroica de las Virtudes», el «Ofrecimiento de la Vida» se convierte en característica para iniciar el proceso de Canonización y Santificación.

En el pasado, ¿cuáles eran las prerrogativas para convertirse en Santo? Y ¿cuántos Santos fueron canonizados?

En los primeros cinco siglos de vida de las comunidades cristianas no se habla de auténticos Santos, sino de Mártires.

Surgen los Martirologios, es decir, catálogos o compilaciones que contienen los nombres de aquellas personas que sufrieron un Martirio.

La inmolación de la propia vida como símbolo de testimonio de la fe en Dios lleva a la Veneración después de la muerte de aquellos que sufren públicamente la pena capital.

Tras el fin de las persecuciones apreciamos un cambio.

Al culto de los mártires se suma el de los confesores, aquellos fieles que, tras haber sobrevivido a la muerte, escogen llevar una vida ascética y de penitencia.

Pero para poder observar el principio de los procesos de «Canonización» es necesario esperar hasta la Caída del Imperio Romano de Occidente.

De este momento en adelante, la canonización se pone en manos de los Obispos y se habla de «Canonización Episcopal».

Los obispos autorizan la Veneración de los Santos a través de una minuciosa investigación que lleva a la redacción de la Vida del Santo y los Milagros se convierten en un elemento esencial para escoger el candidato.

El año 1588, con la institución de la Sagrada Congregación de Ritos y Ceremonias por parte del Papa Sixto V, fue decisivo.

La nueva Congregación, que cuenta con amplias competencias, se encarga de las causas relacionadas con la Canonización de la Iglesia Católica y la organización de Ceremonias.

Quien define los pasos del proceso es Benedicto XIV en su De Servorum Dei Beatificatione et Beatorum Canonizatione. Pasos que han sido lentamente refinados hasta llegar a la normativa vigente de 1983.

Esta breve descripción histórica sobre el nacimiento de la Santificación demuestra cómo la Iglesia Católica, guiada por sus distintos Pontífices, ha intentado mejorar los criterios que permiten llegar a ser Santos.

Lo hermoso y fascinante de esto es que dentro de este ejército de «Héroes» cada uno de nosotros puede amar a uno en especial, encariñarse y sentirlo suyo.

En la vida del Buen Cristiano, el Santo se convierte, en cierta medida, en nuestro Ángel de la Guarda, alguien a quien nos encomendamos en los momentos más difíciles, pero también alguien a quien confiamos nuestros deseos más queridos.

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