La devoción al Santo Niño Jesús comenzó a finales de la Edad Media. Su origen se remonta a los Evangelios de San Mateo y San Lucas. La devoción al Niño Jesús, como contemplación del Misterio de la Encarnación, desarrolló una verdadera Teología del Santo Niño. Los primeros Padres de la Iglesia veneraban la Estatua de Dios en forma humana. Su Culto fue observado por diferentes Santos, entre estos recordamos: San Girolamo, San Francisco de Asís, San Antonio de Padua. Pero fue sobre todo en los Monasterios femeninos donde se difundió la Devoción. Este fenómeno se explica por las primeras representaciones del Santo Niño Jesús en sí mismo, sin otras figuras a su alrededor, fechadas en el siglo XIV.  En particular, estas representaciones tuvieron mucho éxito entre dos santas: Santa Teresa de Lisieux y Santa Teresa de Ávila. Ambas tenían una pequeña estatua del Niño Jesús. Ambas santas pertenecían a la orden carmelita. La adoración de Santa Teresa de Lisieux por el Niño Jesús era tan fuerte que adoptó el nombre de Santa Teresa de Jesús. Según una piadosa leyenda, la estatua del Niño Jesús de Santa Teresa de Ávila era la misma imagen del Niño de Praga que se conserva en la iglesia de Santa María de las Victorias. Se dice que la veneración del Niño de Praga fue generalizada por Santa Teresa de Ávila en España.