Patrona de Italia, junto con San Francisco, desde hace más de 80 años, Santa Catalina goza del título de Doctora de la Iglesia desde octubre de 1970. Conocida por todos como Catalina de Siena, aunque su verdadero apellido era De Jacobo Benincasa, la Santa de la Edad Media recibiría el llamado de Jesús desde pequeña.
A los seis años nada más, la pequeña Catalina hizo voto de castidad encomendando su corazón a Dios. Vigésimo cuarta de veinticinco hermanos, la joven muchacha era hija del tintorero Jacobo Benincasa y de su esposa Lapa Piacenti. A los doce años, sus padres arreglarían un matrimonio para su hija, pero la propia Catalina lo eludió declarando su amor por el Señor.
A pesar de los obstáculos iniciales que se anteponían a su sueño de tomar los hábitos, la joven siguió llevando una vida de Oración y Penitencia. Su obstinación era tan grande que su Padre, Jacobo, acabó rindiéndose y autorizó la entrada de la muchacha en la Orden Monástica.
Desde ese entonces, la valentía y la fuerza se convirtieron en las virtudes constantes que acompañarían la Vida de Catalina. De hecho, decidió formar parte de la Hermanas Terciarias Dominicas. Una elección considerada algo arriesgada para la época, ya que la orden estaba formada por Viudas y Mujeres maduras de buena fama que seguían viviendo en el Mundo a través de obras de Caridad.
La Castidad de la joven constituía un obstáculo y es justo en esa ocasión que se produce el Primer Milagro de la Santa. Catalina, con tal de vestir el Manto Negro de las Hermanas de Santo Domingo, transformaría su joven y agraciado rostro en el de una Mujer más madura. Tras conseguir el Manto, dedicaría su vida a los pobres y a los enfermos, brindando asistencia en especial a las personas afectadas por las enfermedades más contagiosas. Esta actividad duró varios meses y se extendió sobre todo en el momento de las epidemias más devastadoras.
Pero la valentía y la tenacidad de la joven Santa no terminan aquí. Catalina, que era analfabeta, aprendió a leer y a escribir. A través de la escritura, la Santa hablaría con Papas, Reyes y Reinas, sin olvidar jamás a los más débiles pues escribiría también a Reclusos. Sus mensajes, que en su mayoría eran dictados, darían vida a un auténtico cuerpo Epistolar. En sus cartas, Catalina afrontó, con suma dulzura, temas religiosos y políticos. Intervino de forma activa en problemas religiosos relacionados, no solo con la Iglesia, sino también con el Imperio, los Estados y los Reinos.
Su compromiso constante por afirmar los valores de Cristo en la Vida social, religiosa y política a la que pertenecía, la llevó a desempeñar el papel de Mediadora y Pacificadora en los distintos conflictos Antipapales de la Iglesia de la época. Es por esto que, en 1970, fue condecorada con el Título de Doctora de la Iglesia por el Papa Pablo VI.
Hoy, 29 de abril, a más de 640 años de su muerte, recordamos la Vida de una joven Santa dedicada al cuidado de los más débiles, sin olvidar su Dulzura al tratar a sus «Enemigos», así como sus numerosos Milagros. En especial, su obra Caritativa para con los enfermos, le hizo ganarse el título de Patrona de los Enfermos.
Catalina, a pesar de su breve recorrido terrenal pues fallece con solo 33 años de edad, nos demostró que cuando la Valentía y la Tenacidad están impulsadas y alimentadas por el Amor tienen la capacidad de ayudarnos a cambiar el mundo.