HOLY WATER : USE AND PREPARATION

AGUA BENDITA : USO Y PREPARACIÓN

Elemento bíblico indispensable, el agua es considerada, en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, un símbolo de purificación y renacimiento.

En la Biblia, el tema del agua aparece varias veces, la primera mención la encontramos en el Génesis (1:1) donde el Creador es presentado como alguien que actúa a través de su espíritu sobre las aguas cósmicas.

Su función es en todo caso ambivalente. Si bien es cierto que, por una parte, el agua adquiere una connotación sumamente negativa y destructora, por ejemplo en el Diluvio Universal; por otra parte, el elemento del agua hace referencia a momentos históricos decisivos, como es el caso del cruce del mar por parte del pueblo judío en fuga del faraón hacia la Tierra Prometida.

Considerada elemento de muerte y de vida, resulta imposible al hablar del agua no reconocer su poder purificador y regenerador.

Este es el papel que desempeña el agua bendita, cuyo uso es mostrado en el Nuevo Testamento por San Juan.

El Bautismo de Jesús llevado a cabo por su primo, Juan el Bautista, presenta y resalta el otro aspecto sumamente importante relacionado con este elemento.

El episodio es narrado por los tres Evangelistas Lucas, Marcos y Mateo, pero no lo hace Juan, que menciona la Bajada del Espíritu Santo, pero omite su Bautismo.

Juan bautiza a Jesús con el espíritu de la purificación.

El Mesías, de treinta años, fue hasta el río Jordán y esperó en fila observando la multitud de Penitentes que se preparaban para el rito de purificación y perdón. Mientras Juan bautizaba a las personas presentes, al ver al Mesías y tras haberlo reconocido, el Bautista dijo: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más poderoso que yo; a quien no soy digno de desatar la correa de sus sandalias. Él os bautizará con el Espíritu Santo y fuego.» «Y aconteció que cuando todo el pueblo era bautizado, Jesús también fue bautizado: y mientras Él oraba, el cielo se abrió, y el Espíritu Santo descendió sobre Él en forma corporal, como una paloma, y vino una voz del cielo, que decía:

Tú eres mi Hijo amado, en ti me he complacido.» (Lucas 3: 15-16, 21-22).

Las aguas en las que Jesús se sumerge se convierten en aguas a salvación, en las que todos nosotros hemos sido sumergidos como «Hijos de los hijos».

Es célebre la reflexión efectuada durante la audiencia general del 2 de mayo de 2018 por el Papa Francisco sobre el Bautismo y el agua bendita.

«Consideremos sobre todo el agua, sobre la cual es invocada la potencia del Espíritu para que tenga la fuerza de regenerar y renovar. El agua es fuente de vida y de bienestar, mientras su ausencia provoca el extinguirse de la fecundidad, como sucede en el desierto; pero el agua puede ser también causa de muerte, cuando sumerge entre sus caudales cualquier cosa; finalmente, el agua también tiene la capacidad de lavar, limpiar, purificar. Es a partir de este simbolismo natural, y universalmente reconocido, que la Biblia describe las intervenciones y las promesas de Dios a través del signo del agua.»

El agua bendita bautismal nos permite, por lo tanto, renacer en Cristo.

Pero, ¿cómo se prepara el agua bendita y cuál es su función más allá de los Sacramentos y fuera de las paredes eclesiásticas?

Un componente esencial para prepararla es sin dudas la sal. Este elemento, conocido por su gran poder purificador y sanador, es bendecido y añadido al agua. La bendición de la sal tiene origen en el saneamiento de las aguas realizado por el profeta Eliseo.

En el 2 Libro de Reyes encontramos la narración que tiene como protagonista al heredero de Elías. Eliseo, al llegar a la ciudad de Jericó, se encontró ante los habitantes de la ciudad que se quejaban por la falta de agua.

El Profeta se dirigió hasta el manantial del agua, echó sal en él y exclamó: «Así dice el Señor: he purificado estas aguas y no volverán a causar muerte ni esterilidad.»

El agua tiene tradicionalmente la capacidad de borrar los pecados veniales y usarla alejaría el mal y los espíritus diabólicos.

Tener una botella de agua bendita en casa puede ser útil en varias situaciones. Como todos los Sacramentos, nos ayuda a pedir el auxilio del Espíritu Santo por el bien del alma y del cuerpo.Es muy fácil de usar y no requiere grandes conocimientos teológicos. Alcanza con abrir la botella, mojarse los dedos y hacerse el signo de la Cruz encomendando el propio corazón a Dios.

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